miércoles, 7 de septiembre de 2011

Con los platos abiertos



De cómo y cuándo el té, entró en nuestras vidas

Existe una leyenda budista del siglo V que cuenta, que el primer té nació de los párpados de un monje que se llamaba Dharuma.
Dharuma, viajaba hacia China,  incapaz de permanecer despierto mientras meditaba, se cortó los párpados y los arrojó al suelo. En ese mismo lugar donde quedaron sus párpados  volteados, creció una planta de té.
Si nos preguntáramos quiénes fueron los embajadores del té en Europa, sin lugar a dudas diríamos que los de Benelux.
Los primeros en tomar esta bebida lejos de sus fronteras de origen, fueron los holandeses, y los primeros en cultivarlo en su lugar de nacimiento, fueron los chinos. Plantaron el arbusto, en una población al oeste de China, llamada Sichuan.

De todos es sabido, que el té tiene propiedades curativas, además de alargar la vida.
En el siglo VII se escribió un texto médico, donde se explican las excelencias y virtudes de esta hierba. Como por ejemplo, el tratamiento contra los abscesos y las enfermedades de la vejiga. También se decía que el té, contentaba y alegraba el corazón.
Holanda estableció vínculos comerciales con el país asiático, después de que los chinos rechazaran las ofertas británicas, y esto para el Reino Unido fue un duro mazazo.
Aparte de que los ingleses no eran de la simpatía de los orientales, también tenían un motivo justificado para rechazar esta oferta, y es que para que un barco transportara té desde China hasta Inglaterra, tardaban dos años, con lo cual para entonces, las ganas de tomar té ya habrían desaparecido.
De todas formas, existían más dificultades a la hora de sacar cualquier mercancía de los puertos chinos. Incluso antes de salir de Asía, el té, podía quedar destruido por alguna tormenta.
El gusto por el té en Holanda se hizo popular, gracias al doctor Cornelius Decaer, que fue bautizado por el pueblo como el doctor bueno del té.
Aconsejaba beber de entre 40-50 tazas al día. Lo de beber solo 8 tazas, le parecía de principiantes, cosa que en la actualidad, resulta ser una locura y solo se aconsejan de 2 a 3 tazas.
Las mujeres holandesas, fueron las primeras compradoras de té. A menudo llevaban sus propias teteras para prepararse las infusiones en la misma botica donde se despachaban las hierbas.

Bajo la tutela inglesa, el té fue creciendo en popularidad en los EE.UU.
Una reunión alrededor de una taza de té, se convirtió en el mayor de los acontecimientos entre las mujeres neoyorquinas de mediados del XVIII.
En cambio para otros, la compra-venta de esta hierba, era moneda de cambio utilizada en los trapicheos de los contrabandistas.

En torno al té, existe toda clase de leyendas, rituales, historias, clases, colores y olores distintos, horarios específicos para su degustación, rangos sociales, formas y maneras de cultivo, secado y tratamientos. Vamos, que el té tiene su mundo aparte.

El gran negocio se hizo, cuando se empezó a vender té en bolsitas individuales. Esta modernización se creó en los años 60 de la mano de Thomas Sullivan, un comerciante estadounidense. Fue este, el mayor cambio en el formato de venta, y que además afectó de forma positiva en una campaña de marketing brutal:
Tazas, peluches, tarjetas, vales, cualquier cosa era valida para a traer a la clientela

Por otro lado, en el siglo XIX, el té ocupaba un lugar central dentro de los movimientos a favor de la templanza. Se hizo una cruzada para reducir el consumo de alcohol. El problema era, que en aquella época, se bebía cerveza hasta para desayunar, lo mismo que a la hora de almorzar y cenar, que se mezclaba el vino con más cerveza, y la gente terminaba con la cabeza perdida, haciendo botellón debajo de las mesas.
Los defensores de la abstinencia, pugnaban por el té como alternativa hasta el punto de que los anglosajones, cuñaron el término teetotal (abstemio) para definir a los partidarios de las celebraciones sin alcohol.
Se hacían asambleas y reuniones, por supuesto acompañados de una buena taza de té, donde la gente se comprometía públicamente a dejar de beber.
Y por fin, el siglo XX se consigue que esta bebida, se convierta en una más para todas las ocasiones.
Para conseguir una buena conservación de esta hierba, lo mejor es mantenerlo alejado de alimentos fuertes, y dentro de un bote hermético donde no llegue la luz.
El té tiene múltiples olores y si se mezclan con otros perfumes, pierde el propio con facilidad. Lo ideal es mantenerlo dentro de un tarro de cristal, porcelana o acero inoxidable.  Si se compra a granel, y si se consumiera antes de 6 meses, lo mejor es dejarlo dentro de la misma bolsa de papel de arroz, que es donde normalmente se sirve cuando compramos té al peso.
Un comercio que se dedique a la venta de estos productos, se preciará si envasa el producto en este tipo de bolsas.

Alguien me dijo una vez, que en Europa no sabemos preparar té.
Para disfrutar de este ritual, primero seleccionamos el que nos apetezca beber en ese momento.
Los Darjeelig y algunos Oolong son apropiados para tomar por la tarde. Los verdes van bien para acompañar en las comidas o  después de estas. Los negros, como el Asam o el Irish Breakfast, son excelentes para un desayuno.

Si preparamos una tetera, dejaremos primero que las hierbas se adapten a las paredes del recipiente. Pasados unos pocos minutos, verteremos el agua caliente, ¡ojo! que no hirviendo ya que el agua a altas temperaturas hace daño en los bordes de las hojas, quemando lo mejor de la planta.
Lo dejaremos reposar de 3 a 5 minutos.  Y posteriormente, y con el mayor de los placeres, ya podemos tomar la bebida que calma el alma.

La mayor parte del té que conocemos hoy en día, es una mezcla de variedades originales o de cosechas individuales. A veces, se usan hasta 35 variedades diferentes para elaborar solo una marca.

Después de este paseo por los campos floridos del té, espero haberles abierto las ganas de por lo menos, probarlo, interesarse por la popular ceremonia japonesa que acompaña a esta bebida, sorprender a los amigos convidándolos con un chai verde, presumir de una bonita colección de teteras, mostrar su propio jardín dedicado al cultivo de té ¡que por cierto! se remonta a más de mil años. Y que no se marchen a casa sin antes, haberles leído la buena ventura en las hojas que reposan en el fondo del vaso.

El mundo produce casi tres millones de toneladas de té al año. Se diría que no hay modo de saciarlos a todos.


María del Mar Benítez

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