viernes, 3 de agosto de 2012

Sigue el camino de baldosas amarillas

Es lo que les digo a las hormigas, que sigan el camino de baldosas amarillas, hasta llegar al cepo repleto con cáscaras de huevos.
Sigan, sigan el camino por las juntas de cemento, que unen todos estos ladrillos viejos.
Doradas como uvas, se cruzan de entre mis dedillos, y que sigan, que sigan circulando, por el camino alimonado.
Se fían de mi dictado que las empuja escalón arriba, valla abajo, pasando por el circuito de losetas, que yo misma les he marcado.
No se rozan, ni se empujan. Confían en la voz que les susurra, que las lleva hasta un pozo de alimento, para guardar en el invierno.
Sigan el camino de baldosas amarillas…Les digo, como quien no quiere la cosa.
Vibran en alegrías por el premio hallado, discuten entre ellas, rebosantes de merienda.

-No es un insecto molido, no es un ala de pájaro, no tiene mal aspecto, por lo tanto ¡estamos de fiesta! ¡Sigamos el camino de baldosas amarillas! ¡SIGAMOS, SIGAMOS! ¡QUE NOS LO HEMOS GANADO!

En círculo cerrado, se aglomeran por encima de lo hallado. Lo oscurecen y ennegrecen, como cuerpo amortajado.
Ni mastican, si lo huelen, ni se preocupan por el peso, solo piensan en llevarlo, justo hasta el otro lado.

-¡Maldita la mano que asfixia! ¡Maldita la hora nuestra! ¡Maldita sea tu sombra, que nos brindó esta mesa!

Agotada de limpiar cadáveres en baldosín, cansada de persuadir a las hormigas de mi jardín, recojo lo accidentado para no dejar ni rastro, de lo que fue un banquete minado y preparado como asesinato.


La Puerta Blanca

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